martes, 20 de marzo de 2007

CISMA DE ORIENTE Y OCCIDENTE

La separación de las iglesias oriental y occidental tiene profundas raíces culturales y políticas y tuvo una evolución que duró muchos siglos. Mientras la cultura occidental se transformaba por la influencia de pueblos germánicos, la oriental mantuvo una tradición intacta de la cristiandad helenística. Aunque respetuosa con los privilegios de Roma como la capital original del Imperio, la Iglesia de Constantinopla no apoyaba algunas de las exigencias territoriales de los papas. Oriente, a su vez, se opuso al cesaropapismo (subordinación de la Iglesia a un gobierno civil) que caracterizaba a la Iglesia romana.

Cuando el líder Miguel Cerulario se convirtió en patriarca de Constantinopla en 1043, inició una campaña contra las iglesias latinas de su propia ciudad para terminar clausurándolas. Sus ataques fueron dirigidos contra aspectos como el uso del pan ácimo por los latinos. Sólo más tarde se descubrió la diferencia de creencias entre las dos iglesias.

El cardenal Humberto de Silva Candida, enviado a Constantinopla desde Roma en 1054 para tratar el problema, resultó tan intolerante como Cerulario y concluyó su visita excomulgando al Patriarca y a sus partidarios lo que fue interpretado como la excomunión de la totalidad de la Iglesia griega. Al cabo de unos días, el patriarca y su asamblea hicieron lo mismo. Acontecimientos posteriores como el trágico robo de Constantinopla durante la cuarta Cruzada (1204) confirmaron la ruptura; los esfuerzos por restablecer la unidad nunca tuvieron éxito.

El 7 de diciembre de 1965 las mutuas excomuniones fueron anuladas por el papa Pablo VI y por el patriarca Atenágoras I, como parte de un gran esfuerzo por acercar a las dos iglesias.

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